La palabra inclusión ha sido una de las que más ha causado impacto en los últimos tiempos. Cada vez se habla más de la tolerancia, del respeto e incluso de la celebración a la diversidad; y esto aplica para prácticamente cualquier categoría: la sexualidad, la raza, la etnia, la nacionalidad, el tipo de cuerpo, etc...
Y sí, no dudamos que la inclusión es un acto que debemos todos practicar e incluso hacer parte de nuestro vocabulario del día a día, pero; ¿en verdad debería ser un esfuerzo?
Mucho se dice acerca de lo "bueno" que es ser inclusivo, pero pocos nos sentamos a pensar en qué momento se volvió un "extra" o una cualidad algo que ya debería ser dado, algo que debería formar parte de nuestra humanidad por el simple hecho de compartir el planeta con todo tipo de personas. La inclusión no es, ni debería nunca ser un acto que implique un esfuerzo de nuestra parte. Y es que en el esfuerzo por alcanzar la inclusión también cometemos grandes faltas como la exclusión.
Un clásico ejemplo de esto son las líneas o marcas dedicadas a las mujeres plus size. Si bien, en teoría, se trata de un acto de inclusión porque considera a las mujeres curvy y sus necesidades; el simple hecho de trabajar POR SEPARADO en una colección para una mujer curvy ya la pone en un plano diferente al resto de las mujeres. ¿Por qué ser tratadas de manera especial cuando podrían ser tratadas como a cualquier mujer?
En cambio un buen ejemplo de este término como una nueva normalidad son aquellas marcas de beauty que, en un esfuerzo por ser más inclusivas, relanzaron sus líneas de maquillaje para cubrir prácticamente cualquier tono de piel en el espectro. De esta manera, la inclusión es lo que siempre ha debido ser, una equidad sin distinciones ni positivas ni negativas.
En Eilean nos ha resonado mucho este término últimamente ya que todas las marcas quieren dejar bien en claro que son inclusivas y diversas. Para nosotras el primer paso es admitir que hay faltas que se pueden cometer en el camino a la inclusión, al mismo tiempo que trabajamos por convertirla en nuestra nueva normalidad, algo tan natural que no deba ni siquiera ser presumido o celebrado.
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